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lunes, 24 de mayo de 2010

DESPERTAR


El picudo sonido del despertador me arranca del baluarte del sueño. Los dedos ciegos me devuelven al silencio, minúscula tregua. Mientras me incorporo, el calor de las sábanas se desvanece. Buscan mis pies las zapatillas, mis manos la bata que me abrigue del día no amanecido. Todo es una rutina de autómata.


El olor del café recién hecho, de la tostada caliente, del zumo recién exprimido van aventando las brumas del sueño y con el primer sorbo, el primer bocado, estreno el día.

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