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domingo, 23 de mayo de 2010

MIZAR


Mizar brinca y culebrea entre los cojines del sofá, como un relámpago negro. Su musculatura se adivina bajo su corto pelaje, brillante y sedoso. Es un milagro de fuerza, delicadeza y precisión. En un segundo, adopta su postura de esfinge, eternamente inmóvil,
y sus ojos, lagos de oro fundido, miran como sin verme.

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